Dos historias distintas, un final parecido.

Apenas nació, el padre ya había elegido su futuro. Iba a ser golfista, por eso, apenas empezó a caminar, le dio un palo de golf para que lo tuviera en la mano. A los dos años, ya lo acompañabo a un centro cercano para que probara unos tiros simples y aprendiera a pararse.

No existía el concepto de “perder el tiempo”. A los tres años empezó a jugar sobre arena, mientras el padre de a poco escribía su futuro y a los cuatro ya lo puso de pie en una cancha de golf.

A los ocho fue la primera vez que Tiger le ganó a su padre, algo que al padre no le molestó en lo más mínimo ya que sabía que su hijo era un talento. Tiger fue y es un excelso jugar de golf, probablemente el mejor de todos los tiempos.

En la otra esquina, tenemos esta historia, la de un niño que su madre era profesora, pero nunca le enseñó. Que si hacía algo de chiquito era patear una pelota y más adelante jugar al squash los domingos. Cuando se hizo un poco más grande, esquiaba, nadaba o andaba en skate y un tanto más adelante jugaba deportes como básquet, handball, tenis, ping pong o bádminton y sobre todo fútbol. Años más tarde dijo que haber jugado tantos deportes lo ayudó a desarrollar su atletismo y su coordinación corporal.

Los padres, por el contrario del primer caso dijeron: “no teníamos plan A ni plan B”. Cuando vieron que era un tanto buen jugando al tenis, el padre simplemente le hacía comentarios de que “por lo menos jugara en serio.”

Lo único que no se puede negar, es que de chico era muy competitivo, pero cuando un profesor fue el primero en ver algo de talento en él y lo quiso mover a un grupo de mejores jugadores, pidió seguir jugando con los amigos.

Con el tiempo terminó poniendo en foco en el tenis, nunca tuvo el desarrollo prematuro de esos nenes que tienen entrenadores personales, psicólogos o kinesiólogos. A los 35, donde casi todos se retiran el sigue siendo un tenista de elite. Hablamos de Roger Federer.

Existe una regla que se denomina “las diez mil horas para ser experto” y habla de eso, de la idea de las horas que se requiere de entrenamiento deliberado, esto quiere decir con profesor que corrige, mejora y con objetivos claros definidos y con la intención de alcanzarlos, para ser un experto. Se puede decir que Tiger usó en profundidad esa regla.

De hecho, los estudios demuestran que una diferencia entre los atletas de elite y lo semi-elite son las horas de entrenamiento, mientras el primer grupo mantiene 15 horas de entrenamiento semanal a los 21 años, el segundo grupo desciende las horas a 6. Tiger representa la idea de que cuanto más entrenamiento deliberado, más éxitos.

El mundo tiene un poco esta teoría de que cuanto más competitivo es el ambiente en el que alguien intenta desarrollarse, mayor cantidad de horas de entrenamiento se requiere para mantenerse en el mejor nivel, y sinceramente hay muchos ejemplos de personas que empezaron de muy chicas a practicar algo y fueron muy exitosas con el tiempo.

Pero de poco se empezó a ver que, en algunos casos, seguir el camino de Roger no era una mala idea. Lo que empezaron a encontrar los estudios fue que, si bien en el pico de las carreras estos atletas entrenaban más horas que los otros atletas, al comienzo de sus carreras no fue así. Hasta los 12/15 años generalmente entraban menos, pero cuando el entrenamiento de los otros bajaba las 10 horas semanales, el de estos deportistas de elite lo terminaba superando hasta llegar a las 15. O sea, entrenaban menos de chicos, pero más de grandes en algo que los estudios denominaron como “Especialización tardía”.

Claro que apenas surgió esto, en distintos ámbitos deportivos empezaron a surgir comentarios del estilo: “esto no pasa en mi deporte” y muy por el contario de esos comentarios, empezaron a surgir estudios que demuestran lo contario. Por ejemplo: se determinó que los alemanes campeones del 2014 de la Copa del Mundo eran ampliamente especialistas tardíos, quienes en promedio a los 22 años o más en algunos casos (si 22 años o más) jugaban en ligas amateurs.

Lo que esto un hace pensar en dos tipos de aprendizaje o entrenamiento, aquellos en forma de “I” mayúscula, que eligen un camino y lo sostienen desde muy chicos hasta lograr el éxito. O aquellos con un entrenamiento en forma de “T” invertida, que hacer varias cosas durante un tiempo y de repente se especializan en un tema en particular, pero pasada la adolescencia.

¿Qué tipo de desarrollo es el tuyo?

Basado en el primer capítulo del libro Range de David Epstein.

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